Aprendiendo a poner límites

enero 05, 2022

Aprendiendo a poner límites

¿Por qué nos cuesta tanto poner límites? Uno de los motivos por los cuales a una se le hace tan difícil poner un límite es porque para que funcione no basta con ponerlo, hay que saber y poder sostener el límite en el tiempo. Este sostener puede sentirse como todo un reto porque para las personas que no están acostumbradas les supone un esfuerzo muy grande. Entonces, en muchos casos, terminan cediendo su espacio porque piensan: “me cuesta tanto confrontar que prefiero aguantar a otros en un espacio que es sólo mío”….

Me gusta hablar de estrategias a corto y largo plazo porque en la funcionalidad vital hacen la diferencia. Si cedemos nuestro espacio por cansancio y porque supone un esfuerzo puede parecer que es una buena estrategia a corto plazo porque tengo “el beneficio” de que no tengo que realizar el esfuerzo para confrontar y marcar el límite que necesito. Ahora bien, a largo plazo esta estrategia es disfuncional, y me termina trayendo más dolores de cabeza y esfuerzos posteriores porque cuando cedemos nuestro espacio vital siempre hay consecuencias emocionales y a veces corporales (somatizaciones). 

Además hemos de tener en cuenta que aunque sea verdad que las primeras veces es verdad que tendremos que hacer un esfuerzo (a veces enorme) para poner límites, con la práctica vamos adquiriendo experiencia y se nos hace cada vez más fácil, a veces hasta el punto que se convierte en una nueva dinámica totalmente integrada en nuestra interacción con los otros.

Así que como siempre, el primer paso es decisivo, sostener ese paso e ir dando más también. Muchas veces me comentan en la consulta que “es que poner límites no forma parte de mi personalidad, no se cómo se hace”. Poner límites es una conducta, y como tal se puede aprender, mejorar e integrar: de verdad, sólo nos hace falta práctica y deshacernos de algunas de las creencias limitantes que nos boicotean la acción asertiva de decir: “Esto no lo quiero, hasta aquí, no te permito, etc.”

 

¿Por qué nos cuesta tanto poner límites?

Uno de los motivos por los cuales a una se le hace tan difícil poner un límite es porque para que funcione no basta con ponerlo, hay que saber y poder sostener el límite en el tiempo.

Este sostener puede sentirse como todo un reto porque para las personas que no están acostumbradas les supone un esfuerzo muy grande.

Ahora bien, a largo plazo esta estrategia es disfuncional, y me termina trayendo más dolores de cabeza y esfuerzos posteriores porque cuando cedemos nuestro espacio vital siempre hay consecuencias emocionales y a veces corporales (somatizaciones).

Poner límites es una conducta, y como tal se puede aprender, mejorar e integrar: de verdad, sólo nos hace falta práctica y deshacernos de algunas de las creencias limitantes que nos boicotean la acción asertiva de decir: “Esto no lo quiero, hasta aquí, no te permito, etc.”

 

Escrito por: Nathalia Sócrate, psicóloga del equipo @m.punti.

 

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